Existen numerosas definiciones y clasificaciones de competencias realizadas por distintos tipos de organismos especializados o reconocidos autores en la materia. Por nuestra parte, elegimos desarrollar nuestra propia definición y clasificación en orden a simplificar la comprensión del modelo de formación de LlikaLearn y su aplicación en la práctica. A continuación, exponemos nuestra definición de competencia, de metacompetencias, y de los distintos tipos de competencias según nuestra clasificación.
Es la combinación de la dimensión cognitiva, actitudinal y psicomotriz que una persona moviliza para resolver en forma adecuada una determinada situación, en cualquier ámbito de su vida.
A mediados de la década de los noventa del siglo pasado, la UNESCO publicó uno de sus informas más famosos acerca de la educación denominado La Educación encierra un Tesoro. En dicho documento, también conocido como el Informe Delors, en honor a su director Jacques Delors, postuló los cuatro pilares para la educación del siglo XXI: saber conocer, saber hacer, saber convivir y saber ser.
Estos cuatro pilares esenciales para el desarrollo humano son la columna vertebral de nuestro modelo de formación y los denominamos metacompetencias: competencias de orden superior que permiten desarrollar las habilidades cognitivas, afectivas y psicomotrices necesarias para adquirir, con un enfoque de aprendizaje permanente y de por vida (lifelong learning), competencias de menor orden. En palabras más sencillas, son competencias para desarrollar competencias durante toda la vida. Estas cuatro metacompetencias se desarrollan y perfeccionan con el tiempo en un círculo virtuoso, a partir de la adquisición y combinación de competencias de orden inferior que varían en su grado de complejidad. Intentando simplificar el concepto con un ejemplo, diremos que, para desarrollar la metacompetencia saber conocer es imprescindible, primero, aprender a leer y escribir. Esta competencia en lecto-escritura fortalece la capacidad de acceder datos, información y conocimiento que a su vez, fortalece la capacidad para seguir aprendiendo. Luego, el acceso a datos, información y conocimiento, combinado con otras habilidades cognitivas, permitirá desarrollar el pensamiento crítico y analítico, que es imprescindible para buscar información útil en cualquier ámbito de la vida, interpretarla, asignarle significado y actuar en consecuencia. Y así, sucesivamente. Este círculo virtuoso de adquisición de competencias de distintos tipos y complejidad brinda herramientas cada vez más refinadas que fortalecen la metacompetencia saber conocer, retroalimentando positivamente el proceso de aprendizaje de cualquier otra competencia.
Como su nombre lo indica, estas competencias constituyen la base –los cimientos- para el desarrollo del resto de las competencias. Son competencias de primer orden, es decir, son las primeras que debe desarrollar una persona para, luego, adquirir otras más complejas. Ellas son: autoestima, lecto-escritura, gramática (que incluye la comprensión del lenguaje en su nivel léxico, sintáctico, semántico y discursivo), razonamiento lógico-matemático y comunicación. Con estas competencias comienza el desarrollo de las cuatro metacompetencias: saber conocer (lecto-escritura y gramática), saber hacer (razonamiento lógico-matemático), saber ser (autoestima), saber convivir (comunicación).
Es sabido por todos la importancia que tiene para el futuro de una persona que estas competencias base sean desarrolladas durante el período de vida adecuado (primera infancia, infancia y adolescencia). Ello depende, en gran medida, de la familia en especial, de la escuela y sus docentes, en particular, y del sistema educativo, en general. No obstante, imperan las desigualdades en este aspecto, particularmente, en la región de la Puna salteña. Es por ello que, para saltar la desigualdad social que existe, resulta necesario establecer claramente la línea de base en relación con estas competencias desde la cual parten quienes participan en el proyecto, y acelerar su adquisición para iniciar el círculo virtuoso que lleva al desarrollo de las cuatro metacompetencias esenciales para vivir una vida plena.
Estas competencias no requieren presentación pues son estrella de la última década en materia de investigación y desarrollo por parte de organismos internacionales, organizaciones públicas y privadas de diversos lugares del mundo, dedicados a la educación y el trabajo. Solo diremos, a modo de reseña y siguiendo al Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que las competencias socioemocionales, también conocidas como “blandas” o “no cognitivas”, tienen las siguientes características: son centrales al desarrollo de cada individuo; son necesarias para navegar vidas saludables, productivas y felices; son reutilizables, en el sentido de que son ampliamente exportables de un ámbito de la vida a otro; no son específicas a un trabajo, tarea, sector, disciplina o a una ocupación, y; sirven a las personas de cualquier edad y género, para convivir con un mundo cada vez más digitalizado, para reinventarse a lo largo de su vida en un entorno en permanente cambio, para aprender a aprender y para convivir con caras y entornos diferentes. En definitiva, son competencias -también- imprescindibles para el desarrollo de las cuatro metacompetencias esenciales para vivir una vida plena y feliz.
Son las competencias necesarias que una persona debe desarrollar para usar adecuadamente las TICs y aprovecharlas para mejorar la calidad de su vida en general, y en sus diversos ámbitos, en particular. Estas competencias pueden ser duras (hard skills), como por ejemplo, la relacionada con Big Data y algoritmos, o blandas (soft skills), como la cultura digital. En cualquier caso, el desarrollo de competencias digitales requiere, según su naturaleza y complejidad, la previa y sólida formación en otras competencias analógicas, sean base, socioemocionales, financieras o profesionales.
La Cuarta Revolución Industrial comenzó hace unos años impulsada por cambios tecnológicos que están sucediendo a una velocidad nunca antes vista. Sus efectos están transformando profunda e irreversiblemente todas las dimensiones de la vida del ser humano y de todos los seres vivientes de este planeta. El desarrollo de competencias digitales –entre otras- es imprescindible no sólo para subirse a la ola de la Cuarta Revolución Industrial, sino para gestionar aspectos cotidianos de nuestra vida que permiten mejorar gradualmente su calidad, cuidando la sostenibilidad del ambiente.
Estas competencias tienen por objeto desarrollar habilidades en las personas para mejorar la administración y gestión de sus recursos económicos, teniendo en cuenta su proyecto de vida. Los empleadores deben atender a las competencias financieras de sus trabajadores y de las personas que pretenden contratar pues de ello depende, en gran medida, el impacto a nivel personal, familiar y social de la remuneración que desembolsa. Es mucho más probable que la remuneración tenga impacto positivo si la persona es competente desde el punto de vista financiero.
Las competencias financieras son esenciales para desarrollar cualquier proyecto de vida; sin embargo, poca atención se les presta en el ámbito laboral. Que los empleadores tengan en cuenta este aspecto al momento de convocar y seleccionar a eventuales trabajadores, significará un incentivo para que se formen en este tipo de competencias pues, aquél o aquella trabajadora que las posea, incrementará su índice de empleabilidad.
Al igual que las competencias digitales, las financieras requieren de una previa y sólida formación en competencias como gramática y matemática. Pero además, en el contexto particular en el que se desenvuelve el proyecto Saltando la Desigualdad, las competencias financieras no pueden escindirse de competencias digitales, toda vez que, al no poseer sucursales físicas, las operaciones financieras que desde las localidades más alejadas de la Puna se realicen, deben hacerse mediante sofisticadas aplicaciones digitales que las entidades financieras ponen a disposición de sus clientes.
Las competencias verdes con aquellas necesarias para el desempeño sostenible y responsable en actividades que preservan o restauran la calidad ambiental, particularmente, aquellas que promueven la economía circular.
Son las competencias técnicas aplicables en el ámbito laboral, que surgen del análisis funcional general de un determinado sector productivo (por ejemplo, la industria minera) o del análisis funcional particular de una empresa de cualquier sector productivo. Estás competencias son la dimensión específica de los perfiles laborales que se construyen a partir del análisis funcional y requieren formación y entrenamiento también específicos.
Por último, pero no menos importante, son lo que, a falta de un mejor título, hemos denominado competencias para la calidad de vida personal y familiar. Si bien sabemos que todas las competencias, independientemente de su tipo y complejidad, contribuyen en mayor o menor medida a mejorar la vida de las personas, creemos necesario destacar bajo esta etiqueta a competencias que no son estrictamente tales, sino que constituyen conocimientos, hábitos y comportamientos que ejecutados cotidianamente pueden generar un gran impacto a mediano y largo plazo en la vida de la persona y su familia. Entre esas competencias se encuentran, por ejemplo, la salud sexual y reproductiva, la higiene bucal, el diseño del hogar, la alimentación saludable, la actividad física y el descanso, la exposición a la luz natural y artificial, la respiración como forma de gestionar emociones y estados de ánimo, y los primeros auxilios, entre otras.
Estas son las competencias que forman parte del componente Acompañamiento para el Desarrollo Humano Sostenible.
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